Desde el 2008 funciona el G20 como cumbre de Presidentes para considerar
la crisis mundial del capitalismo y sus formas de solución. Poco ha
salido de esos cónclaves aunque ya son una rutina del sistema mundial.
Ahora Alemania coordina las reuniones y en el 2018 lo hará Argentina,
presidida por el gobierno de Mauricio Macri, que genera expectativas
entre las clases dominantes del mundo sobre el futuro y las perspectivas
de la región latinoamericana y caribeña.
Es que Nuestramérica
ocupó desde el comienzo del Siglo XXI el lugar del cambio político
respecto de la hegemonía neoliberal construida desde la salida a la
crisis de fines de los 60 y comienzo de los 70. Lo que empezó como
terrorismo de Estado en el cono sur de América, está ahora extendido
como militarización del sistema mundial. Las experiencias desplegadas
desde el caracazo, aun con matices, generaron esperanzas y expectativas
en el ámbito global, alentando nuevos procesos de transformación social
más allá de la región.
La respuesta ante la amenaza de nuestra
región al poder mundial fue antidemocrática, con “golpes parlamentarios”
en Honduras, Paraguay o Brasil. La legitimación por la disputa de un
retorno a la agenda de la liberalización la otorgó el triunfo electoral
de Macri en Argentina del 2015. Esa legalidad de origen intenta ser
legitimada con señales políticas e ideológicas provenientes del poder
mundial, desde la visita de Obama o Merkel a la Argentina, la amistad de
Trump hacia al Jefe de gobierno en la Argentina; las visitas de los
organismos internacionales y el desembarco de la OMC en diciembre
próximo. La frutilla es la presidencia del G20 para el próximo año 2018.
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