A comienzos de verano de 1917 la situación en Petrogrado seguía
deteriorándose. Los reveses en la guerra y la escasez de bienes
comenzaban a impacientar a los consejos de obreros y soldados, que
demandaban al Soviet de Petrogrado asumir plenamente las funciones de
gobierno. Una manifestación armada que se extendió por tres días para
empujar al Gobierno Provisional a adoptar medidas de urgencia fracasó,
pero la experiencia no cayó en saco roto.
“¡Abajo los ministros de los capitalistas!”, era el nuevo eslogan que recorría las calles de Petrogrado en 1917. La llegada de Lenin en abril iba empujando lentamente a los bolcheviques hacia posiciones revolucionarias y cimentando la situación de doble poder (dvoevlastie), que, en palabras de Trotsky, “por su propia naturaleza […] no puede ser estable”. Las posteriormente conocidas como jornadas de Julio fueron el primer aviso serio para el débil Gobierno Provisional de que los consejos (soviets)
de diputados soldados y obreros -con capacidad para movilizar a cientos
de miles de personas- no estaban dispuestos a aceptar soluciones a
medias.
Aunque esta serie de manifestaciones armadas terminó con el arresto de varios dirigentes bolcheviques, “como prueba técnica”, como escribiría más tarde el presidente del Partido Democrático Constitucional (kadet)
Pável Miliukov, “la experiencia fue sin duda para ellos [los
bolcheviques] de un valor extraordinario: les mostró con qué elementos
tenían que tratar, cómo organizar a esos mismos elementos y, finalmente,
qué resistencia opondría el gobierno, el soviet y las unidades
militares... Era evidente que cuando llegase el momento de repetir el
experimento, lo llevarían a cabo de manera más sistemática y
concienciada.”
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