En este momento, en Iraq hay un máximo de 3.870 militares de Estados Unidos (es decir, 7.740 botas sobre el terreno) sosteniendo la 
guerra contra el Dáesh  *. Este el “límite oficial” impuesto por 
la administración Obama, porque todo el mundo sabe que el presidente y 
sus más altos funcionarios están deseando terminar las guerras en 
Oriente Medio, no ampliarlas. Por supuesto, ese número no incluye a los 
otros 1.130 (o 2.260 botas) –se trata de una estimación; la cantidad 
exacta no la sabemos– militares estadounidenses que están allí solo para
 lo que llamamos... eeeh... umm... “despliegues temporales”, o son el 
resultado del solapamiento en los despliegues rotativos, aunque quizás 
habría que agregar a unos 5.000 instructores y consejeros, o –por lo que
 sabemos– tal vez algunos más, incluyendo a los 200 integrantes de 
unidades de operaciones especiales, cuyos efectivos no están 
oficialmente reconocidos por nadie pero son mencionados en los informes 
de prensa. Y naturalmente, eso guarismo de 5.000 no incluye a los 
contratistas privados estadounidenses que también llegan a Iraq cada día
 en número creciente para apoyar a los militares de Estados Unidos 
porque todo el mundo sabe que ellos no son tropas ni botas sobre el 
terreno y por eso no se cuentan. Esas son las normas. 
 No
 olvidéis que en este momento la totalidad de las operaciones sobre el 
terreno no podría ser más limitada. Aunque el número de estadounidenses,
 que se desempeñan como instructores, asesores y soldados de operaciones
 especiales, sigue creciendo lentamente, al menos están ayudando a la 
reconstrucción de las fuerzas armadas iraquíes en las propias bases de 
Iraq. En otras palabras, esta ronda de las guerras de Washington en Iraq
 no guarda relación alguna con la anterior (2003-2011), cuando el 
Pentágono tuvo a sus contratistas privados construyendo cientos de bases
 estadounidenses cuyo tamaño iba desde el de una ciudad de EEUU a un 
pequeño puesto de combate. Esta vez, las fuerzas armadas de Estados 
Unidos no tiene bases propias, ni siquiera una... eeeh... umm... al 
menos no las tenía hasta hace poco tiempo, cuando un marine 
estadounidense especialista en fuego de artillería de campo murió en un 
ataque con cohetes del Dáesh en lo que resultó ser un puesto de combate 
de los marines de EEUU –Fire Base Bell– en el norte del país. El marine 
estaba involucrado en acciones de apoyo de artillería al ejército iraquí
 en su avance (atascado) hacia la segunda ciudad del país, Mosul; sin 
embargo, estas acciones no son “operaciones de combate” porque está bien
 establecido que ninguna unidad estadounidense –excepto alguna de 
operaciones especiales– está combatiendo en Iraq (ni en Siria). De 
hecho, los funcionarios de Estados Unidos hacen notar que el uso de la 
artillería en realidad no cuenta como combate. Es algo más parecido a 
las operaciones aéreas contra el Dáesh, salvo que... eeeh... umm... se 
realizan en tierra. 
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