Si ustedes pudieran preguntar a mi madre, y a gran parte de su
generación, qué diferencias acarreará la decisión de Donald Trump de
trasladar la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén, la
respuesta sería: “Ninguna en absoluto”.
Ya sea en Tel Aviv o en
Jerusalén, la Embajada estadounidense estaría asentada en territorio
palestino. Esta es una tierra que ha sido invadida, usurpada y ocupada
por los sionistas, quienes, como muchos palestinos todavía creen, no
pertenecen al lugar en el que hoy están viviendo.
Mi madre
murió hace 31 años confiando aún en que podría volver a su pueblo natal,
Beersheba, o Bi’r Al-Sab’, su nombre en árabe. Desde que sus padres y
sus hijos tuvieron que huir de su hogar en 1948, sólo consiguió visitar
la casa donde creció en una única ocasión, en 1974.
Habían
convertido su hogar en oficinas. Se quedó ante la puerta llorando y
suplicando que le permitieran entrar tan sólo a echar una ojeada. “¡Ni
lo sueñe!”, le respondieron.
Sem comentários:
Enviar um comentário