Las elecciones del próximo día 21 van a cerrar una etapa de la política
catalana. Nadie ignora que ha concluido una operación política de grueso
calibre. El independentismo catalán no renuncia a su razón de ser: la
puesta en marcha de un proceso secesionista que, por una u otra vía,
desemboque en la independencia de Cataluña. Quienes tienen este ideal
están en su derecho cuando lo defienden. Pero la ofensiva que ha ocupado
el último lustro ha fracasado; se abre un nuevo ciclo.
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