En Abya Yala, en las últimas décadas, en especial a raíz del
reconocimiento jurídico de los derechos de los pueblos indígenas, y la
“conmemoración” del quinto centenario de la invasión-colonización
europea, muchos/as indígenas hemos acelerado nuestros procesos de
reconstitución identitaria y territorial como pueblos.
A tal punto
que, en la presente década, los diferentes movimientos sociales en
defensa de la tierra-territorio, el agua, los bosques, y demás bienes
comunes, están dinamizados y/o acuerpados por sectores indígenas
organizadas en resistencia.
En países como México, Guatemala,
Ecuador, Perú, Bolivia …, con altos porcentajes de población indígena,
los actuales movimientos sociales son movimientos de organizaciones
indígenas. Pero, en ninguno de estos casos, con excepción de Bolivia y
Ecuador, estos movimientos lograron convertir su mayoría demográfica en
mayoría política. Es decir, no lograron espacios significativos en la
administración de los estados.
En México, Guatemala, Perú, países
con población mayoritaria indígena, los movimientos indígenas no hemos
logrado ni tan siquiera tener una organización política propia (bajo
nuestro control) para participar electoralmente y disputar el poder
político monopolizado por los ricos. Los casos de Bolivia y Ecuador son
diferentes.
Si no tenemos un instrumento político (organización
política propia), los movimientos indígenas, por más que
poblacionalmente seamos mayoritarios, jamás podremos acceder a los
espacios de poder para transformar los estados coloniales.
Los
partidos políticos tradicionales, tanto de la derecha, como de la
izquierda, en el marco de sus parámetros y limitaciones culturales e
ideológicas, jamás nos asumirán como sujetos plenos de derechos. Mucho
menos como potenciales gobernantes o tomadores de decisiones para
reconstruir nuestros destinos como pueblos autónomos e
interdependientes.
Para el pensamiento occidental, sea liberal o
socialista, el sujeto político ideal siempre será el individuo
ilusionado por el espejismo de la modernidad, ansioso del desarrollo
suicida, preso de la razón lineal utilitarista, deseoso de los títulos y
privilegios individuales. Por eso, los partidos políticos, lejos de
promover la homeostasis o bienestar de la comunidad, premian y generan
nuevas élites de privilegiados a costa de las mayorías históricamente
empobrecidas.
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