Al observar el comportamiento de los parlamentarios en los tres días que
discutieron la admisibilidad del impedimento de la presidente, Dilma Rousseff, nos parecía estar viendo niñitos divirtiéndose en un jardín de
infantes. Gritos de todos lados. Coros recitando sus mantras en contra o
a favor del impedimento. Algunos vinieron engalanados con los símbolos
de sus causas. Gente vestida de la bandera nacional, como si fuera un
día de carnaval. Letreros con sus consignas repetitivas. En fin, un
espectáculo poco digno de personas decentes de quienes se esperaría un
mínimo de seriedad. Se llegó incluso a hacer un juego de apuestas como
si fuera una lotería o un partido el fútbol.
Pero lo más
sorprendente fue la figura del presidente de la Cámara que presidió la
sesión, el diputado Eduardo Cunha. Ha sido imputado de muchos crímenes y
está acusado por el Tribunal Supremo: un gánster juzgando a una mujer
decente contra quien nadie se atrevía a atribuirle algún delito.
Tenemos que cuestionar la responsabilidad del Tribunal Supremo Federal
por haber permitido este acto que nos avergonzó nacional e
internacionalmente, al punto que el New York Times del 15 de abril,
escribió: "Ella no robó nada, pero está siendo juzgada por una banda de
ladrones." ¿Qué interés secreto alimenta al Tribunal Supremo a cometer
una omisión tan escandalosa? Nos negamos a pensar que esté participando
en una conspiración.
Durante el razonamiento del voto ocurrió
algo absolutamente escandaloso. Se trataba de juzgar si la presidenta
había cometido un crimen de irresponsabilidad fiscal con otras gestiones
administrativas de las finanzas, como base jurídica para un proceso
político de impedimento que implicaría remover a la presidenta del cargo
que había conseguido mediante el voto popular mayoritario. Gran parte
de los diputados ni siquiera se refirieron a esta base jurídica, el
famoso “pedaleo” de impuestos, etc. En lugar de apoyarse jurídicamente
en el eventual delito, dieron alas a la politización de la
insatisfacción generalizada que se extiende a través de la sociedad por
la crisis económica, el desempleo y la corrupción en Petrobras. Esta
insatisfacción puede representar un error político de la presidenta,
pero no constituye ningún delito.
Sem comentários:
Enviar um comentário