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segunda-feira, 27 de fevereiro de 2017

Gatillo veloz

Denise Juárez y Sabrina Barrientos fueron asesinadas y Némesis y Magalí heridas a balazos el 11 de febrero de este año, cuando salían de bailar de “Santa Diabla”, en Florencio Varela. El 6 de febrero Diego Loscalzo -ya denunciado por violencia de género- le quitó el arma reglamentaria a su ex mujer Romina Maguna (policía bonaerense) y la mató a ella, a su cuñada Vanesa Maguna y su marido Darío Díaz e hirió a Cinthia López, una vecina, en Hurlingham. Se subió a su moto y asesinó a la suegra Juana Paiva y a un hermano de Romina, José Maguna, e hirió a su pareja. Fue detenido en Córdoba. El hijo de 11 años de Romina Maguna logró huir y alertar sobre los femicidios. No son casos aislados, masacres alocadas, ni mucho menos pasiones desatadas. Son femicidios cometidos con armas que no las carga el diablo, sino que no las regula ni controla el Estado.
Setenta y dos mujeres fueron baleadas por ser mujeres en el 2016. Casi el 50 por ciento de los femicidios se comete en la vivienda de la víctima o de la casa compartida del agresor. De hogar dulce hogar, nada, solo más peligro sin testigos ni protección. De 290 mujeres asesinadas cuarenta y seis habían denunciado y/o tenían una orden de exclusión del hogar o de prohibición de acercamiento de quien las asesinó. La responsabilidad es del que les quitó la vida y del Estado que no les puso escudos para proteger la vida que ellas dijeron que corría peligro. El 17 por ciento de los agresores se suicidó después de matar a la persona que consideraban tan suya como el aire, en un escenario de inmolación que solo es asimilable al terrorismo y que necesita nuevas y mayores estrategias de protección a las víctimas frente al todo vale del victimario.

El último año se registraron 290 femicidios y femicidios vinculados de mujeres y niñas y 37 femicidios vinculados de hombres y niños. Además 401 hijas e hijos quedaron sin madre (y más de la mitad son menores de edad) y 19 asesinos pertenecían o habían integrado fuerzas de seguridad con lo que el arma del delito y la capacitación para usarla provino del propio Estado. Por lo que 2 de cada 10 veces que un hombre terminó con la vida de una mujer fue entrenado por el propio Estado y casi 4 de cada 10 mujeres le pidieron ayuda al Estado antes de ser asesinadas pero no consiguieron salvar su vida, según la investigación realizada por el Observatorio de Femicidios “Adriana Marisel Zambrano” (y dirigido por la Asociación Civil La Casa del Encuentro, con el apoyo de Fundación Avon y la Dirección de Fortalecimiento de la Sociedad Civil del Ministerio de Hábitat y Desarrollo Humano), con datos que abarcan desde el 1 de enero al 31 de diciembre de 2016, de las agencias informativas Télam y DyN y 120 diarios de distribución nacional y/o provincial.

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