Hoy el significado del republicanismo está en disputa desde casi
todos los costados del espectro político. El concepto cuenta con una
tradición milenaria habitualmente asociada a principios como el
autogobierno colectivo, las virtudes cívicas y la participación política
de la ciudadanía. Amén de tan noble contenido, el interior de su
historia cuenta con enconadas luchas entre versiones oligárquicas y
democráticas del republicanismo. En el mundo actual, un número muy
amplio de países cuenta con regímenes formalmente republicanos, pero se
escribe sobre, y se lucha por, la república democrática desde hace 2,500
años.
La lucha por la república democrática no ha sido nunca un
asunto exclusivamente europeo. En 1797, en el puerto venezolano de la
Guaira, varios esclavizados fueron detenidos por cantar “La Marsellesa”.
Un testimonio cuenta que “un esclavito confesó que era cierto que iba
cantando las coplas, y nos cantó… advirtiendo que todas las demás que
sabe tienen por estribillo el ´viva la República, viva la libertad, viva
la igualdad´”. C. R. L. James, primero,y, luego, Paul Gilroy, han
mostrado a la Revolución haitiana como “la radicalización republicana
del liberalismo atlántico”.
En ese camino, James recogió esta
estampa de los “jacobinos negros”: “Los oficiales de diferente color
rechazaban las invitaciones a un grupo en particular, como buenos
republicanos, se negaban a agachar la cabeza o hacer reverencias ante el
marqués español, a quien sacaba de quicio la impertinencia de estos
negros.”
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