Footprints - Praia do Castelejo, Vila do Bispo, Algarve

quinta-feira, 16 de fevereiro de 2017

Un día en silencio

Nosotros, los sirios, aunque no podamos hablar, no podemos dejar de hablar. Lo grotesco ha desafiado nuestras palabras, una y otra vez, destruyéndolas. Y, en cada ocasión, sentimos que sólo un silencio eterno podría proteger nuestra dignidad y honrar a los violados de entre nosotros. Una y otra vez terminamos usando las palabras rotas que tantas veces han sido dañadas. No podemos parar. Queremos que nuestras voces se oigan, pero nunca se escuchan. Se han convertido en un ruido monótono, que nadie percibe, como si fuéramos una máquina funcionando entre bastidores, que sólo oyen quienes están en la escena pero que nadie más escucha.
Aun así, hablamos, porque queremos ser escuchados y vistos. Que sean conscientes de nuestra presencia. Que digan que somos la escena activa. Lo grotesco son nuestros cuerpos destrozados. Los cuerpos de nuestros hermanos, amigos y seres amados. Es la escena hacia la que deben volverse las miradas y a la que los oídos deben prestar atención. Y hablamos. ¿Cómo no vamos a hablar?
Sin embargo, la experiencia de las palabras rotas es real y no puede ignorarse. Si es que vamos a seguir hablando, tendríamos que componer nuestras palabras o arriesgarnos a dañarlas aún más. Por ello, debemos convertir nuestros discursos y textos en un refugio donde sanar nuestras palabras; donde inventar otras nuevas y crear un silencio que sea capaz de hablar. Un silencio creativo que preceda a las palabras y a los significados, en el que las palabras sanen y nazcan de nuevo.
Nuestras palabras se ignoran, dejemos que nuestro silencio se escuche.

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