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segunda-feira, 20 de fevereiro de 2017

Los delitos de la era Trump (un adelanto)

La cosa empezó en junio de 2015 cuando el escalador de la Torre Trump entró en la carrera por la presidencia al son de Rockin’ in the Free World cantado por Neil Young (Pero hay una señal de alerta en el camino / hay mucha gente que dice que muertos estaríamos mejor / yo no siento como Satán, pero estoy con ellos...). En cierto sentido, la sacudida no ha parado nunca y, en este momento, el mundo –libre o no– ha sido decididamente sacudido. Nadie, desde Beijing a Ciudad de México, de Bagdad a Berlín, de Londres a Washington puede negarlo.
Quien hoy recuerde eso, en esos momentos iniciales de su campaña, ¿había Donald Trump tomado nota ya del tamaño de su primera multitud (parcialmente contratada)? (“Por encima de cualquier expectativa. Nunca ha habido una multitud como esta...”). Y, desde entonces, él ha sido constantemente él mismo –menos un hombre fuerte que un hombre extrañamente cansado. Y en el proceso, mientras se convertía en presidente, emergió como un fenómeno mediático de un tipo que nunca habíamos visto antes.
Primero fueron esos miles de millones de dólares de propaganda gratuita en los medios durante la carrera por la nominación en el Partido Republicano gracias a que lo mostraban sin que importara qué estaba haciendo, diciendo o tuiteando. Cuando ya en la campaña electoral llegó el momento de confrontar con Hillary Clinton, Trump ya era la máxima atracción de la audiencia, y las cámaras y los periodistas se derretían por él; entonces, la cobertura mediática no hizo más que crecer, como volvió a hacerlo durante los meses de la transición. Hoy en día, por supuesto, su presidencia es la historia del segundo –de cada segundo de cada día– y la cobertura semanal se ha duplicado y sus ‘me gusta’ son únicas en la historia.
Pensemos en esto como el ciclo de noticias 25/8*. Desde aquel lejano junio del año pasado hasta ahora, a pesar de que nunca ha parado, de alguna manera todavía no lo hemos captado del todo. Nunca en la historia de los medios ha habido algo singular –un ser humano– que fuera capaz de concentrar la “noticias” de este modo, haciendo de su persona lo fundamental de toda la información. Solo en algunos periodos relativamente breves Trump ha desaparecido de los titulares de prensa o de las pantallas de la TV, por lo general cuando golpeó algún grupo terrorista islámico o atacó algún “lobo solitario” nacional, como en San Barnardino, en París o en Orlando; dada la campaña de Trump, estos acontecimientos han sido del todo funcionales a sus propósitos; no lo hubiera sido el haberse mantenido en el centro de la atención, como será durante su presidencia.

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