Tras declarar que «la colonización es un crimen contra la humanidad,
una auténtica barbarie», Emmanuel Macron ha desencadenado un torrente
de indignación. Se ha dicho que esa declaración no es más que puro
oportunismo, que el candidato de « En marche», como de costumbre, dice
todo y lo contrario. En noviembre de 2016 declaró: «Entonces sí… en
Argelia hubo tortura pero también el surgimiento de un Estado, de
riqueza, de clases medias, esa es la realidad de la colonización. Hay
elementos de civilización y elementos de barbarie». Cierto, ¿pero si por
una vez Emmanuel Macron hubiera tenido razón? La reacción chovinista
suscitada por sus opiniones, en cualquier caso, demuestra que el
revisionismo colonial forma parte del ADN de la derecha francesa.
Hay que oír despotricar a esos humanistas de doble rasero cuando se
señala con el dedo esa página siniestra de la historia de Francia. Para
Bernard Accoyer, secretario general de los Republicanos, «esas
declaraciones constituyen un insulto a la historia de Francia y a la
memoria de millones de franceses. No honran al candidato a la
presidencia, que opta por el arrepentimiento en vez de hacer una lectura
objetiva de nuestra historia. Un arrepentimiento, siempre agitado por
la izquierda y la extrema izquierda, que por desgracia contribuye a la
desconfianza hacia su país de una parte de las nuevas generaciones».
¡Pero es todo lo contrario! Para que un francés se sienta insultado por
esa afirmación tiene que haber hecho una lectura superficial del pasado
nacional. ¿Los millones de víctimas del colonialismo francés desde hace
tres siglos serían una cantidad insignificante? ¿Por el hecho de ser
patriota hay que suscribir una narrativa colonial de cuento de hadas?
Que Francia se proclame patria de los derechos humanos no prohíbe a sus
ciudadanos verificar si esa proclama se ha mantenido a lo largo de su
historia. Es su obligación. Y tras el examen el veredicto es severo.
Algunos de sus electores puede que lo hayan olvidado, monsieur
Accoyer, pero la conquista de Argelia fue una expedición asesina, la
ocupación de ese país una humillación permanente para sus habitantes y
la guerra de liberación una carnicería (300.000 muertos) provocada por
la obstinación del colonizador.
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