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terça-feira, 21 de fevereiro de 2017

Una incógnita por despejar

La mayoría obtenida por Alianza País en las elecciones de este domingo confirma que un sector significativo del electorado ecuatoriano supo discernir lo que estaba en juego: la continuidad de un gobierno que marcó un antes y un después en la historia contemporánea del Ecuador o el suicida salto al vacío emulando la actual tragedia argentina.

Lenin Moreno y Jorge Glas representaban la consolidación de los avances logrados durante diez años bajo el liderazgo de Rafael Correa; sus principales contendores, Guillermo Lasso y Cynthia Viteri, eran el retorno de la alianza social que tradicionalmente había gobernado al Ecuador con las desastrosas consecuencias por todos conocidas. Un país con grandes mayorías nacionales sumidas en la pobreza, con índices de desigualdad y exclusión económica, social y cultural aberrantes; víctima de la insaciable voracidad de banqueros y latifundistas que saqueaban impunemente a una población que tenían como rehén y que, en su desenfreno, provocaron la megacrisis económico-financiera, social y política de 1999 que acabó con la moneda nacional, reemplazada por el dólar estadounidense, y provocó la estampida de unos dos millones y medio de ecuatorianos que huyeron al exterior para ponerse a salvo de la hecatombe.
   

Son varios los factores que explican este alentador resultado, si bien las cifras definitivas todavía no permiten asegurar que no habrá balotaje. Uno: los traumáticos recuerdos del 1999 y el descaro con que los agentes sociales y las fuerzas políticas de aquella crisis proponían la adopción de las mismas políticas que la habían originado. Abogaban por la desregulación de las fuerzas del mercado, reducción del gasto público y los impuestos y acabar con la hidra de siete cabezas del populismo económico. La política social sería recortada porque la versión local de la “lluvia de inversiones” de Mauricio Macri ofrecería empleos a manos llenas y la salud pública sería privatizada porque, como dijo Viteri, visto lo ocurrido con el Obamacare la iniciativa privada cuidará mejor la salud de los ecuatorianos que los fracasados –según ella- programas de salud pública instaurados por el presidente Correa. O sea que los profetas del cambio eran emisarios del pasado con pretensiones de retorno.

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