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segunda-feira, 20 de fevereiro de 2017

Trump y el Papa

La carta firmada por treinta y cinco prestigiosos psiquiatras norteamericanos y enviada al New York Times causó estupor en estos días,porque es escozor lo que está viviendo el mundo con la irascibilidad de las declaraciones del presidente Trump, quien parece desconocer que la política es, entre otras cosas, algo que requiere de la simbolización, de la negociación y de la tolerancia. No es el único Presidente que parece desconocerlo. Quisiera extenderme sobre el núcleo de las observaciones de esos expertos en salud mental, que se han saltado un código interno sobre la evaluación profesional de personalidades públicas, y lo han hecho, según explican, porque “este silencio ha resultado en un fracaso para prestar nuestra experiencia a periodistas preocupados y miembros del Congreso en este momento crítico. Tememos que está en juego demasiado para permanecer en silencio”. Qué pena que hablen tan tarde, qué pena que el propio Trump sea una burla a sus pruritos en materia de neutralidad profesional.

Pero antes, me permito detenerme en otra noticia de esta semana, cuya fuente fue la portavoz de la cancillería rusa, María Zajárova, quien llamo la atención sobre la información que ahora confirma el Mando Central de EE.UU. (CENTCOM), admitiendo el uso de proyectiles con munición de uranio empobrecido contra la población civil siria e iraquí. Zajárova recordó que Rusia denunció ese hecho violatorio de todas las convenciones al respecto en octubre del año pasado, pero que la diferencia es que entonces “estaba al mando un equipo encabezado por un Premio Nobel de la Paz”. Vaya esta digresión para tener en cuenta que Trump, con toda su alienígena carga negativa, al mismo tiempo revela lo que los buenos modales demócratas no sólo callaban, sino lo que hacían. Esa es la basura que el capitalismo norteamericano ya naturalizó, y no sé qué opinarán esos psiquiatras sobre un Nobel de la Paz que invade países y aplasta a poblaciones civiles con armas prohibidas, es decir: si no consideran a los sirios y a los iraquíes también como personas que piensan diferente a un presidente norteamericano.

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