Rasha desapareció a última hora de la tarde del pasado sábado. Sus
compañeras del campo de detención de refugiados cuentan que pasaron el
rato como siempre con la muchacha de 20 años. Después se evaporó. El
martes pasado, su amiga Amira, de 15 años, recibía una lluvia de
imágenes en su móvil. En ellas, Rasha yacía desnuda en la cama con un
hombre. Por encima de su cabeza aparecían caras grotescas de dibujos
animados, acompañadas de un mensaje del anónimo sujeto: “Prometo
raptarte también a ti”.
Esta no era, ni mucho menos, la primera
amenaza que recibía la adolescente refugiada de la ciudad siria de
Qamishli desde que llegó hace seis meses a la isla egea de Quíos.
La existencia en el centro de detención rodeado de alambre de espino,
una antigua fábrica conocida como Vial en las profundidades del interior
montañoso de la isla, es un calvario para una niña que confía en comenzar una vida nueva en Europa, preferiblemente en el Reino Unido.
Sus
compañeros de refugio la intimidan continuamente. “Los hombres dicen
que van a atacarme y tratan de asustarnos para que no vayamos a Souda
[otro campo de refugiados en la isla] ni a la ciudad. Me dicen: ‘Si te
veo por allí, te atacaré. Te secuestraré y te mataré’”.
Amira
está entre las decenas de menores no acompañados que se hallan en Quíos
que podrían solicitar asilo en el Reino Unido en función de la enmienda
Dubs. Hace un año, el gobierno británico anunció que ofrecería un
santuario urgente a una considerable proporción de niños refugiados en
estado de vulnerabilidad que se encontraran ya en Europa. Y la cifra
ampliamente aceptada era la de unos 3.000 menores, hasta que el pasado
mes de febrero, el ministerio del Interior paró inesperadamente
el proyecto hasta reducirlo a sólo 480, un niño por cada 130.000
residentes en el Reino Unido. Ni un solo menor no acompañado ha sido
trasladado desde Grecia al Reino Unido en virtud del proyecto Dubs.
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