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sexta-feira, 30 de junho de 2017

Trump, Cuba y México, sede contrarrevolucionaria

En la orden ejecutiva de Donald Trump hacia Cuba, que deroga la política de su antecesor Barak Obama y en su contexto hay muchas cosas aun oscuras y otras muy claras. Entre las segundas, la retórica empleada por Trump para anunciarlas es soez, grosera y muestra de una enorme ignorancia sobre el tema, lo que ha enardecido los ánimos en la isla y provocado muy duras y contundentes reacciones de indignación de todos los sectores sociales, incluida la juventud. En cuanto al gobierno cubano su posición no puede ser más diáfana.
Cito un fragmento esclarecedor de su declaración en respuesta a la decisión de Trump: “…Cuba y los Estados Unidos ratificaron la intención de desarrollar vínculos respetuosos y de cooperación entre ambos pueblos y gobiernos, basados en los principios y propósitos consagrados en la Carta de las Naciones Unidas. En su Declaración, emitida el 1 de julio de 2015, el Gobierno Revolucionario de Cuba reafirmó que “estas relaciones deberán cimentarse en el respeto absoluto a nuestra independencia y soberanía; el derecho inalienable de todo Estado a elegir el sistema político, económico, social y cultural, sin injerencia de ninguna forma; y la igualdad soberana y la reciprocidad, que constituyen principios irrenunciables del Derecho Internacional”...
“…Cuba reitera su voluntad de continuar el diálogo respetuoso y la cooperación en temas de interés mutuo, así como la negociación de los asuntos bilaterales pendientes con el Gobierno de los Estados Unidos. En los dos últimos años se ha demostrado que los dos países, como ha expresado reiteradamente el Presidente… Raúl Castro Ruz, pueden cooperar y convivir civilizadamente… pero no debe esperarse que para ello Cuba realice concesiones inherentes a su soberanía e independencia, ni acepte condicionamientos de ninguna índole”.
En cuanto a la orden ejecutiva de Trump, el experto Arnold August asegura que los Departamento de Estado y de Seguridad Interior de Estados Unidos fueron dejados fuera de su redacción, y que esta recayó principalmente en el asesor de seguridad nacional H.M. McMaster y el jefe de gabinete Reince Prebius. También, que actuaron como asesores el senador Marcos Rubio y el representante Mario Díaz-Balart, ambos integrantes del núcleo duro de la contrarrevolución de Miami. Como apunta no sin sarcasmo el senador demócrata Patrick Leahy, ninguno de los dos personajes ha estado nunca en Cuba.

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