En la orden ejecutiva de Donald Trump hacia Cuba, que deroga la política
de su antecesor Barak Obama y en su contexto hay muchas cosas aun
oscuras y otras muy claras. Entre las segundas, la retórica empleada por
Trump para anunciarlas es soez, grosera y muestra de una enorme
ignorancia sobre el tema, lo que ha enardecido los ánimos en la isla y
provocado muy duras y contundentes reacciones de indignación de todos
los sectores sociales, incluida la juventud. En cuanto al gobierno
cubano su posición no puede ser más diáfana.
Cito un fragmento
esclarecedor de su declaración en respuesta a la decisión de Trump:
“…Cuba y los Estados Unidos ratificaron la intención de desarrollar
vínculos respetuosos y de cooperación entre ambos pueblos y gobiernos,
basados en los principios y propósitos consagrados en la Carta de las
Naciones Unidas. En su Declaración, emitida el 1 de julio de 2015, el
Gobierno Revolucionario de Cuba reafirmó que “estas relaciones deberán
cimentarse en el respeto absoluto a nuestra independencia y soberanía;
el derecho inalienable de todo Estado a elegir el sistema político,
económico, social y cultural, sin injerencia de ninguna forma; y la
igualdad soberana y la reciprocidad, que constituyen principios
irrenunciables del Derecho Internacional”...
“…Cuba reitera su
voluntad de continuar el diálogo respetuoso y la cooperación en temas de
interés mutuo, así como la negociación de los asuntos bilaterales
pendientes con el Gobierno de los Estados Unidos. En los dos últimos
años se ha demostrado que los dos países, como ha expresado
reiteradamente el Presidente… Raúl Castro Ruz, pueden cooperar y
convivir civilizadamente… pero no debe esperarse que para ello Cuba
realice concesiones inherentes a su soberanía e independencia, ni acepte
condicionamientos de ninguna índole”.
En cuanto a la orden
ejecutiva de Trump, el experto Arnold August asegura que los
Departamento de Estado y de Seguridad Interior de Estados Unidos fueron
dejados fuera de su redacción, y que esta recayó principalmente en el
asesor de seguridad nacional H.M. McMaster y el jefe de gabinete Reince
Prebius. También, que actuaron como asesores el senador Marcos Rubio y
el representante Mario Díaz-Balart, ambos integrantes del núcleo duro de
la contrarrevolución de Miami. Como apunta no sin sarcasmo el senador
demócrata Patrick Leahy, ninguno de los dos personajes ha estado nunca
en Cuba.
Sem comentários:
Enviar um comentário