En un contexto de indiferencia casi total, marcada por abierta
hostilidad, los representantes de más de cien países de los menos
poderosos del mundo están participando en la tercera semana de sesiones
de Naciones Unidas con el objetivo de alcanzar una prohibición legal del
uso de armas nucleares. Muy poca gente se ha enterado de esto.
¿Prohibir las armas nucleares? ¡Otra vez con eso! Mejor cambiemos de tema.
En su lugar, hablemos de los hackers rusos, de los derechos de los
transexuales para usar el baño de su preferencia, e incluso podemos
hablar de algo realmente importante, como es el cambio climático.
Pero, espera un momento. El daño a la sociedad y al planeta, ocasionado
por el incremento proyectado de unos pocos grados en la temperatura
global, aunque comúnmente descripto en términos apocalípticos, sería
menor comparado con el resultado de una guerra nuclear total.
Adicionalmente, determinar el nivel de responsabilidad del ser humano en
el cambio climático ha sido más controversial entre los científicos
expertos en el tema de lo que sabe el público, debido al rol de factores
como las variaciones solares. Pero el grado de responsabilidad del ser
humano en las armas nucleares es indudablemente total. El peligro de la
guerra nuclear depende de los humanos, y algunos de esos hombres pueden
ser nombrados, como James Byrnes, Harry Truman y el general Leslie
Groves. El gobierno de Estados Unidos de manera deliberada ha creado
este peligro para la vida humana en la Tierra. Enfrentados a la
capacidad evidente y la disposición moral para arrasar con ciudades
demostrada por EE.UU., otros países han construido sus propios
dispositivos letales disuasivos. Estas armas disuasivas nunca fueron
usadas, y por ello, el público se engaña al creer que no hay peligro en
el presente.
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