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sábado, 24 de junho de 2017

Lo que hay que prohibir es la arrogancia de EE.UU.

En un contexto de indiferencia casi total, marcada por abierta hostilidad, los representantes de más de cien países de los menos poderosos del mundo están participando en la tercera semana de sesiones de Naciones Unidas con el objetivo de alcanzar una prohibición legal del uso de armas nucleares. Muy poca gente se ha enterado de esto.
¿Prohibir las armas nucleares? ¡Otra vez con eso! Mejor cambiemos de tema.
En su lugar, hablemos de los hackers rusos, de los derechos de los transexuales para usar el baño de su preferencia, e incluso podemos hablar de algo realmente importante, como es el cambio climático.
Pero, espera un momento. El daño a la sociedad y al planeta, ocasionado por el incremento proyectado de unos pocos grados en la temperatura global, aunque comúnmente descripto en términos apocalípticos, sería menor comparado con el resultado de una guerra nuclear total. Adicionalmente, determinar el nivel de responsabilidad del ser humano en el cambio climático ha sido más controversial entre los científicos expertos en el tema de lo que sabe el público, debido al rol de factores como las variaciones solares. Pero el grado de responsabilidad del ser humano en las armas nucleares es indudablemente total. El peligro de la guerra nuclear depende de los humanos, y algunos de esos hombres pueden ser nombrados, como James Byrnes, Harry Truman y el general Leslie Groves. El gobierno de Estados Unidos de manera deliberada ha creado este peligro para la vida humana en la Tierra. Enfrentados a la capacidad evidente y la disposición moral para arrasar con ciudades demostrada por EE.UU., otros países han construido sus propios dispositivos letales disuasivos. Estas armas disuasivas nunca fueron usadas, y por ello, el público se engaña al creer que no hay peligro en el presente.

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