Catar no tiene mucho margen de maniobra a raíz del bloqueo impuesto
sobre el país; la ola que amenaza con engullir al pequeño Estado del
Golfo es grande y peligrosa. Además, la polarización en la región ya no
permite que se implemente la forma usual del Golfo de arreglar los
conflictos. Esta vez, la disputa parece muy diferente a las anteriores,
distinguiendo al emirato de sus vecinos más antiguos.
En mi opinión,
Catar tiene únicamente dos opciones. Puede cumplir con las condiciones
establecidas por el Cuarteto Árabe de Egipto, Arabia Saudí, Emiratos
Árabes Unidos y Bahréin, si bien esto sería un suicido para Catar, ya
que acabaría con todo lo que ha construido en las últimas dos décadas.
También sería un reconocimiento explícito de que existe cierta base para
las acusaciones que se le han dirigido, que son lo suficientemente
graves como marcar al país como “Estado delincuente”. Esta opción
también podría tener repercusiones internas, afectando al gobierno y a
la familia gobernante.
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