Trump confirmó en sus primeros días que es un mandatario
reaccionario con múltiples planes de atropellos. Mientras crece la
resistencia callejera, la viabilidad de su agresión es una incógnita.
Pero en cualquier caso, una acertada caracterización de su proyecto vale
más que incontables vaticinios.
UNA AGENDA VIRULENTA
Las órdenes ejecutivas que firmó el magnate ilustran sus propósitos
trogloditas. Ratificó la construcción del muro a cargo de México, puso
en marcha la expulsión de indocumentados, anuló el visado para varios
países árabes, anunció la quita de subsidios federales a las ciudades
que protejan inmigrantes, inició la liquidación del seguro de salud
(Obamacare) y congeló la contratación de empleados estatales.
Su
gabinete de generales y multimillonarios incluye expertos en destruir
la educación pública (Betsy DeVos), vaciar el sistema sanitario (Tom
Price), liquidar el ambientalismo (Scott Prui) y congelar el salario
mínimo (Andy Puzder). Su vicepresidente (Mike Spence) lidera las
campañas de penalización del aborto y sus principales funcionarios son
declarados anti-islamistas (Michael Flynn) o pregoneros del suprematismo
blanco (Bannon).
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