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terça-feira, 7 de fevereiro de 2017

La ablación como tabú social: Los falsos mitos de la mutilación genital femenina



“No grites o serás una vergüenza para toda tu familia y veinte años después seguiremos recordándote que no fuiste valiente”. Fatoumata Coulibaly, nacida en Mali, tenía seis años cuando su madre le dijo estas palabras, justo antes de convertirse en una víctima más de la mutilación genital femenina, que sufren tres millones de mujeres y niñas cada año en todo el mundo.

En total, 59 países han prohibido esta práctica por ley o decreto constitucional, entre los que se encuentran 25 de los 29 países de África y Oriente Medio. La tradición, la creencia en que un corte en su clítoris convertiría a su hija en una mujer más pura y limpia y le garantizaría un buen matrimonio llevaron a la madre de Fatoumata a obligar a su niña a someterse a esta práctica.

“Nos llevaron a una especie de cubículo, que sólo tenía un agujero y una piedra, donde me tumbaron y dos mujeres me agarraban de las manos mientras otras dos me sujetaban los pies”, relata Coulibaly. Un mismo cuchillo para las siete niñas y un polvo negro que luego aplicó en las heridas son las únicas herramientas que utilizó la mujer que las operaba, nada de alcohol o anestesia.

Y, aún así, se tenían que mostrar agradecidas porque ninguna sufriera una hemorragia producida por el corte y muriera, como le ocurrió a una de las vecinas de Fatoumata. Aún con temblor en sus palabras, asegura que este tema no debería ser un tabú y que hay que concienciar sobre el significado de su práctica.
Con motivo del Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina (MGF), los organismos internacionales recuerdan que más de 200 millones de mujeres y niñas en todo el mundo ya han sido víctimas de la ablación. La mitad de ellas residen en Etiopía, Egipto e Indonesia. Las consecuencias de la MGF pueden ser devastadoras: desde hemorragias, infecciones o tétanos en un momento inmediato al corte, hasta dificultades permanentes a la hora de orinar, infecciones crónicas, infertilidad, fuertes dolores durante las relaciones sexuales, dificultades en el embarazo y el parto y el aumento del riesgo de muerte en los recién nacidos; además del trauma que pueden desarrollar las niñas durante toda su vida.

En 2012, la Asamblea General de las Naciones Unidas denunció la MGF como “un abuso irreparable e irreversible de los derechos humanos de las mujeres y niñas, y una amenaza para su salud”.

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