Después de publicar los documentos que terminaron de hundir la
candidatura de Hillary Clinton a la presidencia de Estados Unidos,
después del indulto de Obama a su fuente Chelsea Manning, después de más
de cuatro años de encierro en la embajada de Ecuador en Londres y de
que Gran Bretaña fuera acusada de detención ilegal por retenerlo ahí, a
un mes de las elecciones en Ecuador que serán clave para su futuro,
Julian Assange, director de WikiLeaks, accede a hablar de todos estos
temas.
Sweater azul y pantalón verde arrugados, zapatillas
rojas y barba blanca como su piel, da vueltas alrededor de una larga
mesa en la sale de conferencias de la embajada de Ecuador en Londres.
Mientras circula contesta preguntas durante más de dos horas. Habla con
voz grave en forma pausada y deliberada, entre largos silencios, como
una llama que de a ratos parece apagarse a la espera de una idea y
cuando ésta llega, se vuelve encender.
Suena confiado y seguro
cuando habla de WikiLeaks y el lugar que ocupa su sitio de filtraciones
en el mundo de los medios pero duda de su propio futuro, jaqueado por
sus problemas legales con Suecia, Gran Bretaña y Estados Unidos, más el
inminente cambio de gobierno en el país que le ha dado refugio. No
esquiva ninguna, pero vuelve una y otra vez a quien a esta altura parece
haberse convertido en su enemiga íntima, Hillary Clinton, como si ya
extrañara su ausencia del escenario político.
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