El Gobierno de Trump ha mostrado que está dispuesto a regresar a los
atroces crímenes de las últimas dos décadas, incluyendo la tortura, el
abuso, las prisiones secretas y las ejecuciones ilegales. El
nombramiento de Gina Haspel como subdirectora de la Agencia Central de
Inteligencia indica claramente que el uso de la tortura -incluido el
submarino- respaldada por el Presidente, el asesor de seguridad nacional
y el director de la CIA, podría volver a ser una parte importante de la
campaña estadounidense contra el terrorismo internacional.
Haspel fue una figura central en el comportamiento criminal de la CIA
durante la administración Bush. Dirigió la primera cárcel secreta de la
CIA en Tailandia, donde ocurrieron los brutales interrogatorios de Abu
Zubaydah y Abd al-Rahim al-Nashiri. No se obtuvo ninguna información de
inteligencia con el uso de la tortura en esos interrogatorios. Cuando el
jefe del Centro de Contraterrorismo José Rodríguez ordenó la
destrucción de los videos de las torturas fue Haspel quien redactó el
cable que ordenó la destrucción. Fue una prueba evidente de obstrucción a
la justicia en vista de que ya había comenzado la investigación de la
tortura y el abuso.
Cuando el exdirector de la CIA John Brennan
trató de nombrar a Haspel como subdirectora de operaciones en 2013, la
presidenta del comité de inteligencia del Senado, Dianne Feinstein,
bloqueó su designación. Actualmente el comité de inteligencia del Senado
está bajo la administración del senador Richard Burr, quien ha
bloqueado todos los intentos de hacer circular el informe autorizado de
Feinstein sobre el programa de tortura de la CIA. Y el actual director
de la CIA, Mike Pompeo, ni siquiera cree que el submarino sea un acto de
tortura y se ha referido a los que dirigieron esa tortura como
"patriotas".
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