Según algunos informes entre 1948 y 1952 miles de bebés yemeníes
hijos de inmigrantes al recién fundado Estado de Israel habrían sido
arrebatados a sus padres por el naciente sistema médico israelí y
desaparecieron. Ahora es el momento de que el Estado se sincere acerca
de lo que realmente sucedió.
Inocentemente creíamos que si traíamos testimonios de las familias sobre la forma en que sus hijos fueron secuestrados
podríamos iniciar un proceso de sanación social, oír un relato de la
verdad y en un futuro lejano acercarnos a la reconciliación. Pero la
respuesta de muchos israelíes askenazíes en el Día de la Memoria y la
Conciencia del asunto de los niños yemeníes, de los Balcanes y mizrahíes
fue uno más de distorsiones y victimización. Por lo tanto es importante
reiterar una serie de datos básicos.
Las tres comisiones de investigación independientes fueron inundadas con más de mil testimonios de las familias
cuyos hijos les fueron arrebatados. Esos testimonios fueron semejantes
en su mayoría: el personal médico dijo a las familias que el niño estaba
enfermo, el niño fue arrebatado de la familia a la que después de unos
días se le informó de que había muerto. Las familias no recibieron
certificado de defunción ni tampoco les dijeron dónde habían enterrado
al niño. Hoy cientos de familias están ofreciendo testimonios a Amram,
una ONG dedicada a la investigación de la desaparición y el tráfico de
niños judíos de Yemen, de los Balcanes y de países árabes, mientras
otros cientos de personas participaron en los eventos de la semana
pasada en todo el país para marcar el día de recuerdo. Las personas que
se niegan a creer esos testimonios deberían, por la misma razón, negarse
a creer los testimonios de sobrevivientes del Holocausto.
Las personas que se molestan en leer los materiales sobre el tema
descubrirán que hay testimonios de miembros de la clase dirigente
israelí que refuerzan los de las familias. Tomemos, por ejemplo, el
testimonio de Ahuva Goldfarb, supervisora nacional de los servicios
sociales de la Agencia Judía, a la comisión nacional de investigación:
"Los niños fueron enviados como no registrados fuera de los campos [de
tránsito] tan sistemáticamente como se podía". Goldfarb admite que la
respuesta dada a los padres que preguntaban por la suerte de su hijo era
"Ya no está vivo". Roja Kushinsky, una enfermera del campo de tránsito
de Ein Shemer, recuerda un patrón similar: "solía ocuparme de dos o tres
bebés y a continuación me enviaban a Afula en una ambulancia, me
quedaba con los bebés sanos. Al día siguiente debía hacer lo mismo y
cuando preguntaba acerca de los bebés del día anterior me decían que
habían muerto. ¡¿Muertos?! Pero si estaban sanos. Respondían que habían
fallecido. No es verdad. No es verdad. Los dieron en adopción".
Las preguntas sobre el destino de estos niños deben ser dirigidas al
Estado, que es quien debe llevar la carga completa de este tema. Existen
serias sospechas de que esos niños se vendieron al exterior para todo
tipo de propósitos. Eido Minkovsky, cuyo abuelo Reuven dirigió el Comité
Minkovsky-Bahlul, que entendía sobre las denuncias de secuestros, respondió a estos testimonios
en su página personal de Facebook: "El Comité Bahlul Minkovsky
descubrió la verdad de lo que ocurrió a los niños yemeníes
desaparecidos. ¡Ellos descubrieron más de 300 muertos! Por alguna razón
esto no se menciona hoy cuando sabemos donde están, señalados y
marcados".
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