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quinta-feira, 30 de junho de 2016

Los opresores y los justos


 
Lo único que rivaliza con la cantidad de injusticias existentes en Oriente Medio es la producción de narrativas victimistas en la región. Los judíos son víctimas, los árabes son víctimas, los kurdos son víctimas, al igual que sunníes, chiíes, alauíes y cristianos. Pero si todos somos víctimas, entonces, ¿quiénes son los opresores?
En este artículo sostengo que las narrativas victimistas rara vez son descripciones honestas de la opresión, y que opresión y victimismo son condiciones, relaciones y procesos que se explican mejor en el lenguaje de la política, la economía y el derecho, no en términos de identidades y orígenes. Argumento asimismo que haríamos bien en cuestionar las normas de las comunidades (tanto en su variante étnica como confesional) y la validez de lo que esas comunidades dicen de sí mismas y de los demás. La creencia en que la comunidad de uno es honesta encarna con frecuencia la medida de nuestra subordinación y falta de independencia moral, no la medida del principio de beneficencia de una comunidad. Estamos a menudo en lo cierto cuando ponemos en duda las narrativas de nuestra comunidad sobre el bien y el mal.
Injusticia y victimismo
No se puede negar que hay verdaderas injusticias acosando a determinadas comunidades del Oriente Medio de forma discriminatoria. Esas injusticias les privan sobre todo de derechos políticos, sociales o culturales (o de todos esos derechos unidos). Esta es una realidad recurrente no sólo en nuestra región sino en todo el mundo. Sin embargo, las narrativas victimistas no son una descripción honesta de tales injusticias. Esas narrativas son evocaciones de historias de opresión de un pasado cercano o lejano que pasan a primer plano cuando esas comunidades, o algunos segmentos dentro de ellas (a menudo más organizados o poderosos), aparecen para racionalizar demandas excepcionales o justificar privilegios actuales. Las narrativas del victimismo no inventan injusticias per se, pero describen esas injusticias como un ataque sistemático a una comunidad “inocente” por otra “antagónica” cuya opresión sistemática aparece simbolizada por su propia esencia. Una narrativa victimista no puede existir en ausencia de una narrativa de opresión en oposición a otra comunidad que aparece ostensiblemente unificada y homogénea. En este mundo, el victimismo y la opresión no son producto de la política y la lucha social sino de naturalezas, esencias y orígenes inherentes. Sin embargo, eso es exactamente lo que postulan las narrativas políticas victimistas, porque no responden a una forma de conocimiento social, ni a investigaciones históricas ni a declaraciones jurídicas.

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