Lo
único que rivaliza con la cantidad de injusticias existentes en Oriente
Medio es la producción de narrativas victimistas en la región. Los
judíos son víctimas, los árabes son víctimas, los kurdos son víctimas,
al igual que sunníes, chiíes, alauíes y cristianos. Pero si todos somos
víctimas, entonces, ¿quiénes son los opresores?
En este artículo
sostengo que las narrativas victimistas rara vez son descripciones
honestas de la opresión, y que opresión y victimismo son condiciones,
relaciones y procesos que se explican mejor en el lenguaje de la
política, la economía y el derecho, no en términos de identidades y
orígenes. Argumento asimismo que haríamos bien en cuestionar las normas
de las comunidades (tanto en su variante étnica como confesional) y la
validez de lo que esas comunidades dicen de sí mismas y de los demás. La
creencia en que la comunidad de uno es honesta encarna con frecuencia
la medida de nuestra subordinación y falta de independencia moral, no la
medida del principio de beneficencia de una comunidad. Estamos a menudo
en lo cierto cuando ponemos en duda las narrativas de nuestra comunidad
sobre el bien y el mal.
Injusticia y victimismo
No
se puede negar que hay verdaderas injusticias acosando a determinadas
comunidades del Oriente Medio de forma discriminatoria. Esas injusticias
les privan sobre todo de derechos políticos, sociales o culturales (o
de todos esos derechos unidos). Esta es una realidad recurrente no sólo
en nuestra región sino en todo el mundo. Sin embargo, las narrativas
victimistas no son una descripción honesta de tales injusticias. Esas
narrativas son evocaciones de historias de opresión de un pasado cercano
o lejano que pasan a primer plano cuando esas comunidades, o algunos
segmentos dentro de ellas (a menudo más organizados o poderosos),
aparecen para racionalizar demandas excepcionales o justificar
privilegios actuales. Las narrativas del victimismo no inventan
injusticias per se, pero describen esas injusticias como un
ataque sistemático a una comunidad “inocente” por otra “antagónica” cuya
opresión sistemática aparece simbolizada por su propia esencia. Una
narrativa victimista no puede existir en ausencia de una narrativa de
opresión en oposición a otra comunidad que aparece ostensiblemente
unificada y homogénea. En este mundo, el victimismo y la opresión no son
producto de la política y la lucha social sino de naturalezas, esencias
y orígenes inherentes. Sin embargo, eso es exactamente lo que postulan
las narrativas políticas victimistas, porque no responden a una forma de
conocimiento social, ni a investigaciones históricas ni a declaraciones
jurídicas.
Sem comentários:
Enviar um comentário