Footprints - Praia do Castelejo, Vila do Bispo, Algarve

terça-feira, 14 de junho de 2016

Estados Unidos, crecientemente inestable

Foto

Los precandidatos demócrata y republicano a la presidencia de Estados Unidos, Hillary Clinton y Donald Trump, en actos de campaña en Washington Foto Afp y Ap

Estamos acostumbrados a pensar la inestabilidad de los Estados cual si ésta se localizara primordialmente en el sur global. Es en relación con estas regiones que los expertos y los políticos en el norte global hablan de Estados fallidos donde ocurren guerras civiles.
La vida es muy incierta para los habitantes de estas regiones. Hay un desplazamiento masivo de sus poblaciones y esfuerzos por huir de estas regiones hacia las zonas más seguras del mundo. Estas partes más seguras se supone que tienen más empleos y altos estándares de vida.
En particular, a Estados Unidos se le considera el objetivo migratorio de un gran porcentaje de la población mundial. Alguna vez esto fue cierto en gran medida. En el periodo que a grandes rasgos transcurrió entre 1945 y 1970, Estados Unidos fue la potencia hegemónica en el sistema-mundo y la vida para sus habitantes era, de hecho, mejor en lo económico y social.
Y aunque no era que las fronteras estuvieran exactamente abiertas para los migrantes, aquellos que pudieron llegar, de una u otra manera, lograron estar contentos con lo que consideraban una buena fortuna. Y otros, procedentes de los países de origen de los migrantes exitosos, siguieron intentando seguir sus huellas. En este periodo hubo muy poca emigración procedente de Estados Unidos –salvo, temporalmente, por asumir algún empleo muy bien pagado, como mercenarios económicos, políticos o militares.
La época dorada del sistema-mundo comenzó a deshacerse cerca de 1970 y se ha seguido desmadejando desde entonces de modo creciente. ¿Cuáles son los signos de todo esto? Hay muchos. Algunos de ellos al interior del mismo Estados Unidos, y algunos otros en las cambiantes actitudes del resto del mundo hacia este país.
En Estados Unidos estamos atravesando una campaña presidencial que casi todos califican de inusual y transformadora. Hay grandes números de votantes que se han estado movilizando contra el establishment, muchos de ellos entrando por primera vez en el proceso de votación. En el proceso republicano, Donald J. Trump ha construido su búsqueda de la nominación montándose precisamente en la ola de un descontento así. Alentando de hecho tal descontento. Y parece haberlo logrado, pese a todos los esfuerzos de quienes se podría pensar que son los republicanos tradicionales.
En el Partido Demócrata el relato es similar, pero no idéntico. Un senador, previamente oscuro, Bernie Sanders, ha sido capaz de montarse en el descontento verbalizado con una retórica más de izquierda y, para junio de 2016, ha estado conduciendo una muy impresionante campaña contra la candidatura de Hillary Clinton, postulación que alguna vez se pensó que no era desafiable. Aunque parece que no obtendrá la nominación, ha forzado a Clinton (y al Partido Demócrata) mucho más hacia la izquierda de lo que parecía apenas hace unos cuantos meses. Y Sanders logró esto sin nunca haberse presentado en una elección como demócrata.

Sem comentários:

Enviar um comentário