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segunda-feira, 6 de junho de 2016

Muhammad Ali: hoy el cielo es un cuadrilátero

Se nos fue Muhammad Alí, uno de los boxeadores más reconocidos del mundo pero además un referente del pueblo afrodescendiente no sólo de Estados Unidos. Irreverente y solidario con los de abajo, Ali deja una estela de dolor con su partida hacia nuevos combates.

Creo que el boxeo me gusta porque lo leí en los cuentos de Julio Cortázar, Roberto Arlt, Abelardo Castillo y por ese boxeador derrotado pero siempre de pie que Osvaldo Soriano construyó en su novela Cuarteles de invierno.

Cuando puedo veo boxeo, aunque no soy muy disciplinado a la hora de seguir el día a día de los deportes. Tan es así que no tengo ni idea quién es el número cinco de Independiente, el club que mi abuelo Emilio me regaló para toda la vida.

En el boxeo -más allá de disfrutar la peleas de Nicolino Loche que se rastrean por internet y que me dejan pasmado por su rapidez de cintura y su defensa siempre abajo-, presto atención a la historia de los púgiles. Historias duras, de derrotas permanentes, de crueldades y vicios destructivos. La lista de boxeadores argentinos que llegaron a la cumbre de la gloria y en apenas un segundo cayeron en el abismo es extensa: Carlos Monzón, Ubi Sacco, César “La Bestia” Romero y tantos otros.

Conocí la historia de Muhammad Ali leyendo los discursos y hurgando en la historia de Malcolm X, ese revolucionario integral y radical que dio Estados Unidos. La relación de ambos se cimentó cuando Ali ingresó a la Nación del Islam, organización con un profundo desarrollo en Norteamérica y que, en un principio, se convirtió en refugio de la comunidad negra segregada y reprimida.

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