Helos ahí: su gran miedo y
sus grandes medios para tratar de ocultarlo, actuando como un fanfarrón
que no da su brazo a torcer. Esperábamos esto desde hace varios meses y
al fin ha llegado: la amenaza de prohibir las manifestaciones. ¿Un no va
más de lo inaceptable? Con este gobierno, en esta cuestión siempre
puede haber algo peor. Este gobierno es el mismo que –cínicamente–
recuerda las huelgas del Frente Popular. El que defiende los intereses
de los poderosos, los dueños de los beneficios y el dinero; esta es la
buena guerra, su guerra; pero ya puede parar con sus celebraciones y la
recuperación de un pasado que no cesa de pisotear.
Este gobierno
tiene miedo: nada sorprendente. No es para menos, ante nuestra
solidaridad frente al poder y su brazo armado. ¿Cuántos testimonios
sobre esos manifestantes que, sin que nadie les dijera nada, cuidaban a
sus heridos, a pesar del gas, los golpes de porra y las granadas de
dispersión? ¿Cuántas imágenes de heridos que ya en tierra eran golpeados
por los policías, al mismo tiempo que se forman cadenas humanas para
rodearles y protegerles? ¿Cuántas iniciativas, textos, reuniones, apoyos
resueltos contra las órdenes militares, las inspecciones arbitrarias y
las condenas inicuas? ¿Cuantos policías serán inculpados por los
manifestantes heridos, mutilados, tuertos, en coma?
Hollande,
Valls y sus cómplices querrían quebrar esta enorme ola, aquella en la
que se han manifestado centenares de miles de personas. Llevan adelante
su guerra en todos los frentes: con una violencia física desenfrenada;
con una violencia judicial de unos magistrados sumisos que encarcelan y
destrozan vidas; con una violencia mediática hecha de desinformación y
descrédito; con una violencia antidemocrática que se expresa a golpe de
49-3*, de prohibiciones de protestar en la calle y de órdenes de
residencia en nombre del estado de urgencia; con la violencia social
infligida a millones de hombres y mujeres precarizados o despedidos.
Este poder querría impedir por cualquier medio lo que considera
peligroso, pero eso es inmenso por todo lo que ahí converge: los barrios
populares que desde hace años se enfrentan con la violencia policial,
las luchas de los inmigrantes y los indocumentados, los sindicalistas
movilizados, los estudiantes universitarios y de secundaria que no dan
un paso atrás. La determinación es potente, como lo es también la
sensación de que las personas, los colectivos, las organizaciones que
hasta hace poco casi no se relacionaban unas con otras ahora se han
encontrado o reencontrado. Este paso dado es tan importante que no habrá
retroceso durante mucho tiempo.
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