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quinta-feira, 23 de junho de 2016

Este Gobierno tiene miedo


Helos ahí: su gran miedo y sus grandes medios para tratar de ocultarlo, actuando como un fanfarrón que no da su brazo a torcer. Esperábamos esto desde hace varios meses y al fin ha llegado: la amenaza de prohibir las manifestaciones. ¿Un no va más de lo inaceptable? Con este gobierno, en esta cuestión siempre puede haber algo peor. Este gobierno es el mismo que –cínicamente– recuerda las huelgas del Frente Popular. El que defiende los intereses de los poderosos, los dueños de los beneficios y el dinero; esta es la buena guerra, su guerra; pero ya puede parar con sus celebraciones y la recuperación de un pasado que no cesa de pisotear.
Este gobierno tiene miedo: nada sorprendente. No es para menos, ante nuestra solidaridad frente al poder y su brazo armado. ¿Cuántos testimonios sobre esos manifestantes que, sin que nadie les dijera nada, cuidaban a sus heridos, a pesar del gas, los golpes de porra y las granadas de dispersión? ¿Cuántas imágenes de heridos que ya en tierra eran golpeados por los policías, al mismo tiempo que se forman cadenas humanas para rodearles y protegerles? ¿Cuántas iniciativas, textos, reuniones, apoyos resueltos contra las órdenes militares, las inspecciones arbitrarias y las condenas inicuas? ¿Cuantos policías serán inculpados por los manifestantes heridos, mutilados, tuertos, en coma?
Hollande, Valls y sus cómplices querrían quebrar esta enorme ola, aquella en la que se han manifestado centenares de miles de personas. Llevan adelante su guerra en todos los frentes: con una violencia física desenfrenada; con una violencia judicial de unos magistrados sumisos que encarcelan y destrozan vidas; con una violencia mediática hecha de desinformación y descrédito; con una violencia antidemocrática que se expresa a golpe de 49-3*, de prohibiciones de protestar en la calle y de órdenes de residencia en nombre del estado de urgencia; con la violencia social infligida a millones de hombres y mujeres precarizados o despedidos. Este poder querría impedir por cualquier medio lo que considera peligroso, pero eso es inmenso por todo lo que ahí converge: los barrios populares que desde hace años se enfrentan con la violencia policial, las luchas de los inmigrantes y los indocumentados, los sindicalistas movilizados, los estudiantes universitarios y de secundaria que no dan un paso atrás. La determinación es potente, como lo es también la sensación de que las personas, los colectivos, las organizaciones que hasta hace poco casi no se relacionaban unas con otras ahora se han encontrado o reencontrado. Este paso dado es tan importante que no habrá retroceso durante mucho tiempo.

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